De verdad que esto de los cochecitos puede ser muy desesperante algunas veces. Este domingo, Toño Pérez se encargó de ser responsable de algunos de los momentos más angustiantes del McCoy.
Toño lideraba la carrera de NASCAR México en su natal Guanatos. Al pelear por mantener la punta le pegaron por atrás y lo mandaron ‘de cola’ contra el muro. Apenas se acomodaba para bajar por el peralte, cuando llegó otro auto y lo impactó de lleno sobre el lado del conductor.
El choque parecía algo común, pero después de que llegaron las asistencias, el McCoy sabía que esto no era algo normal. Después de tanto tiempo en este mundo, sabía que esa seña que hicieron y que nadie debía conocer, significaba una cosa, tendrían que cortar el chasis.
Por 20 minutos los oficiales cortaban el chasis del auto de Toño para dejarlo con el aspecto de un convertible.
No había otra manera de sacar a Toño. Todo ese tiempo, el McCoy apuntaba su lente hacia el bólido, con la esperanza de ver como Toño subía el pulgar, señal internacional de que el piloto está bien y solamente era imposible el salir del auto.
Cuando vio que pasaban la camilla el panorama fue más angustiante.
Pudo ver como salía Antonio. Un segundo, dos, tres, siete, 15, y nada que Toño levantara la mano. ‘‘Sube el pinche pulgar para ya irme’’, era lo único que pensaba.
Cuando estaba a punto de la desesperación, la mano de Toño se abrió camino entre los cascos de los oficiales y apareció la señal.
A partir de ese momento la angustia fue desapareciendo y lo único que importara es que el papá de Toño contestara el Nextel para avisarle que las extremidades estaban bien. Cuando, finalmente lo pudo contactar, pudo decirle a que Hospital se trasladaba para que alcanzara la ambulancia y estuviera al pendiente.
Ya por la tarde-noche vendrían los regaños a Toño en plena cama de hospital. ‘‘A la próxima no tardes tanto en levantar el pulgar mi’jo’’, decía el McCoy, mientras Toño se quejaba de que el doctor no quiere que corra en Zacatecas.
El McCoy, quien está contento porque no pasó nada.