martes, 8 de abril de 2008

Ceguera

Me molesta demasiado vivir en un país donde todos creen tener la razón. Es increíble que la soberbia haga ciegas a las personas y no se den cuenta de sus limitaciones y alteren la realidad a su antojo. Es un síndrome, es un virus que se expande a cada segundo.
Creen que, como ellos lo dicen, es una verdad inapelable, una verdad absoluta.
Estudie periodismo y dentro de la carrera aprendí demasiado de la comunicación. La comunicación es la base de todo, y cuando alguien cree que maneja la comunicación y no lo hace, es peligroso. En mi anterior trabajo, una consultora de comunicación, me dejaron en claro que los mensajes a medias solo provocan problemas, y es verdad. Por ello es que si se quiere decir “rojo”, se tiene que decir “rojo”, no “colorado”, ni “magenta”, sino “rojo”.
Precisamente por una de estas limitaciones del lenguaje y de la comunicación es que estoy en mi bella ciudad y se cancela “mi” Morelia. (Mi querido ‘Granpa’, ya nos saludaremos en otra ocasión, mientras, un abrazo cibernético).
He buscado en la RAE un significado alterno a “a la hora que puedas” y de verdad que ninguna de las acepciones dice “7:00” u “8:00”, o cualquier hora. La ambigüedad solo demuestra una deficiencia, una amputación, una limitación.
Cuando quieres un traje a la medida debes decirle al sastre exactamente lo que quieres. Recuerdo mi paso como jefe en un canal de deportes. Tenía que decirles a mis reporteros hasta qué pregunta debían hacer para que la nota saliera exactamente como yo quería. Cuando no lo hacía, ellos hacían su trabajo como ellos creían que estaba bien, y yo no tenía ningún derecho de decirles que estaba mal, pues no lo estaba, simplemente yo había fallado al no dar instrucciones precisas y certeras.
Nadie es adivino y nadie puede leer el cerebro, quienes piensen eso, están condenados al fracaso. Lo firmo. Es por ello que ese adagio de que “La lengua del sabio está en su corazón, y el corazón del tonto está en su lengua” es una gran verdad.
Cada quien debe de ser hombre y hacerse responsable de sus actos y de sus palabras (y si no supieron decirlas, no es mi problema). Por mi parte lo fui, pregunté en más de una ocasión qué es lo que querían, que ellos decidieran y me dieran instrucciones, pues para eso me alquilaba, para recibir órdenes. Que pena que la gente no sepa dar órdenes.
El McCoy, quien en menos de tres segundos toma decisiones y reacomodó su semana.

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