La noche anterior seguía celebrando el cumpleaños de mi amada Bloo (ya llevábamos tres días de fiesta –ya les contaré--), así que no era un caso aislado o un simple pretexto.
La mejor manera de evitar ese sentimiento de cruda, o al menos la única que se me ocurrió, fue sencilla: manejar el menor tiempo posible. ¿Cómo se logra eso? Manejando rápido.
Para manejar rápido se necesita saber manejar. No es cuestión de apretar el acelerador a fondo y rebasar a todos los autos que se vayan atravesando. Eso es estupidez.
Lo primero que se tiene que hacer es conocer el auto. Y el rompecabezas y yo, en carretera, somos uno. Cuando le duele la banda, o las cabezas o el radiador, lo siento.
Este viaje fue distinto. Acaba de salir del taller de la verificación y afinación y dos días antes le puse zapatitos nuevos. Mejor que nuevo.
Lo segundo, es conocer el camino. Y gracias a una temporada de NASCAR México y a varios viajes previos, conozco la ruta a Querétaro. Poncho Toledano me dio alguna vez su Hummer y me dio una de las mejores clases de manejo que he tenido, en esta misma carretera.
Con eso, realicé un tiempo récord que me permitió descansar toda la tarde. Estar en Querétaro significa convivir con un gran amigo de la familia, Guillo, quien nos abrió su casa para celebrar Navidad.
Pudimos ir a una pastorela/obra muy chistosa, y al final, como la estrella que soy, fui requerido por los actores para una foto (en realidad fueron dos).
Si por alguna razón tuviera que dejar mi tierra (que ya lo he hecho por trabajo) buscaría que fuera una ciudad con el mismo o casi igual movimiento. Y es que en Querétaro los días pasan en cámara lenta.
Las ciudades candidatas serían Buenos Aires, Bogotá, Paris, Chicago, vaya… que ya no me guío por lo “bonito” o no… sino por lo movido del lugar.
Al momento de escribir estas líneas estoy a la espera de que lleguen por nosotros para irnos al toro… vaya, eso, al menos por unas horas, me mantendrá ocupado. Que haya suerte.
El McCoy, quien –ya en casa-- se tiene que poner al corriente con hartos temas.
1 comentario:
Te entiendo perfecto, desde los seis años hasta los 15 iba cada fin de semana a Querétaro, pueblo quieto, donde todo es sumamente tranquilo, contrario a mi constante estatus de "nerviosismo y estrés".
Y si tuviera que emigrar del DF sería a Madrid...no más
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