No estaba. Su hija, de 17 años de edad y quien leía el compendio de Obras de Sor Juana Inés con Prólogo de Octavio Paz, me dijo que no tardaba, que había ido a un servicio.
Lo esperé hasta las 13:30 horas, y en efecto, llegó directo a ver mi auto.
-- A ver échelo… a ver, otra vez… a ver… otra vez… Sí, es la marcha… ese ruidito es del 'vendix' (o algo así le entendí), pero como hoy es sábado me voy tardar como tres horas, para que me traigan la pieza del otro taller, porque no está abierta la refaccionaria, mire.
Y sí, tenía razón, estaba cerrada.
-- ¿Me lo deja o se espera?
-- Se lo dejo, y este es mi número, me habla cuando lo tenga.
Me regresé a casa y disfruté de uno de los mejores juegos de beisbol del año, Cerveceros contra Padres.
Sólo en México le dejas las llaves de tu auto a un tipo que no conoces, y no le pides ni un recibo a cambio. No fuera un policía, porque hasta el número de placa y nombre le exiges.
Justo a las 17:30, Yadira, su hija, me llamó para decirme que ya estaba listo el auto.
Sublime, bello, hermoso, aún podemos confiar en la gente que trabaja día a día y se gana la comida chingándole.
Pero lo diametralmente opuesto se dio cuando me di cuenta que, en la semana, alguien me robó mi tarjeta de Invitado Especial Cinemex que no tenía ni 25 pesos. Que pena, sólo en México…
El McCoy, quien, pese al ridículo robo, cada día ama más este país.