Este finde estuve en las 24 Horas de México, una carrera que comenzó a las 13:00 del sábado y que terminó, obviamente, a las 13:00 del domingo.
Estar en ese tipo de rondas es algo único. En el ambiente no sólo se respira gasolina y competencia, también fraternidad y complicidad. El compañerismo se da de maneras jamás imaginadas y se crean vinculos --que aunque efímeros-- reales. Estar en la misma pista rodando y disfrutando una de nuestras pasiones por un día ininterrumpido, es algo que pocas veces se puede vivir en el año.
Los pits se convierten en dormitorios. Ahí, entre las cajas de herramientas y los depósitos de combustible, se tienden los sleeping bags, las cobijas y las almohadas. Junto a la llave de tuercas está la cafetera y junto a la pistola neumática, el jugo del desayuno.
La competencia es dura, es extenuante, es total. Pero si al equipo de al lado se le vuela la dirección, los equipos que abandonaron les dan la suya… es una manera de seguir en carrera.
Lo mejor, con esta carrera se termina el ayuno automovilístico en suelo mexicano y regresamos a la actividad, de a poco, pero ya es algo, pues los ameros andan escasos.
3 comentarios:
AUTOMOVILISMO!!!! mmmm nada se le compara... y como siempre, Te ODIO! :P
Me encantó la foto del auto al amanecer!!!
Yo quiero....y ver las estrellas en el sleeeeeppppinnngg bag, lo q me preocupa y mucho es el asunto de no bañarme, no tener baño para mi sola, etc.
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