martes, 24 de julio de 2007

Cigarros

“Lo malo no es que huyera / con mi cartera y con mi ordenador /
lo peor es que se fuera, robándose además / mi corazón...”
Joaquín Sabina

Cada que prendía un Camel se acordaba de ella, de la manera tan peculiar en la cual encendía un cigarrillo cuando apenas terminaba el anterior. La extrañaba en lo general y su sonrisa en lo particular.
Tenía en mente la última plática, como si apenas hubiera sido ayer. Recordaba cada palabra, su tono de voz, sus muecas. Su cara de puchero y en como le retaba a contener la respiración por más tiempo, hasta que, cuando sabía que podría pasar segundos completos sin destapar su nariz, le atacaba las costillas para que perdiera.
Pero se fue. Desapareció. Tal y como pasaba con el humo de su cigarro. Tenía miedo de encender otro. Ya conocía el final... se consumiría entre sus dedos.
McCoy

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