La ley en México es clara. Las editoriales hacen libros para venderlos. Si no se venden, los libros deben de ir a las bodegas de las editoriales. Así los libritos que no se venden van a encerrarse y a ocupar espacio. Las editoriales pronto necesitan la bodega y tienen que sacar los libros que no se vendieron.
No los pueden regalar, pues los libros se tienen que vender. No se pueden donar a instituciones, ni dar a la caridad. De ser así, la gente menos compraría libros y se esperarían a que las editoras los regalaran. Así que, para proteger a las casas, no se puede hacer eso. Y está bien.
La (que parecía) única manera de retirarlos de las bodegas era destruyéndolos. Pero el hacerlo cuesta dinero. Así que se pensó en una alternativa. Rematarlos, venderlos a muy bajo costo, de esa manera no se gasta en la destrucción y hay personas que pueden hacerse de un libro.
El pasado fin de semana se llevó a cabo en el Auditorio Nacional el Tercer Remate de Libros organizado por el Gobierno de la ciudadmasgrandebellacaoticayadictivadelmundo en conjunto con más de 100 editoriales.
Pude ir por unos cuantos minutos y me hice de dos libros de Sir Arthur Conan Doyle (ambas novelitas sobre Sherlock) por 30 pesos (si, las dos) y de Por quién doblan las campanas, de Ernest Hemingway por 35 varos. No’mas, para que les de envidia.
Había libros de todos los precios. los más baratos que encontré: Dos por cinco pesos. Los más caros 400 pesos. Para que no digan que leer es caro. La ignancia es más cara.
El McCoy, quien ahora necesita tiempo.
1 comentario:
Muero de la envidia... así
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