Los cuatro lectores de ‘La Pluma…’ han tenido la oportunidad de conocer algunas de esas pasiones, y saben que los comics ocupan de los primeros lugares en la lista.
Y entre mis personajes favoritos, destaca Tintin, un joven reportero a quien conocí hace tantos años.
Tintin, a diferencia de otras pasiones, no estaba en casa cuando nací. Mi padre no coleccionaba sus aventuras y tuve que encontrarlo fuera. Estaba en una librería de viejo y lo vi. Esa cara ovalada me llamó la atención y comencé a hojear el libro.
Yo estaba en secundaria y las historietas que estaban en casa habían sido leídas miles de veces, por lo que era el turno de nuevas vivencias.
Poco a poco me hice de esos libros que venían de España gracias a Editorial Juventud y que casi no se encontraban acá.
Los años pasaron y me pude hacer de varios, pero encontrar a Tintin en español era casi imposible. Después, Cartoon Network comenzó a transmitir la serie de caricaturas que reproducían todas las aventuras del joven reportero y de su inseparable fox terrier, Milú (ahora saben porque a Camila, nuestra mini schnauzer de 10 años de edad, siempre le he dicho Milú).
Años después, en 2004 y luego de investigar la vida de Georges Prosper Remi, Hergé, el creador de Tintin, pude ir a Francia, un país que adoptó a la creación del artista belga, y compré un par de libros más.
Además, @PatyCordero me trajo de Inglaterra una figura de Tintin cargando a Milú que hoy tiene un lugar principal frente a mi cama.
Después, Becky fue a trabajar a Madrid y me consiguió la primera aventura de Tintin, En el país de los Soviets, en una brillante edición de colección. Es aquí donde logra su característico copete, pues se sube a un auto convertible y por la velocidad, su fleco se va hacia arriba. Desde entonces no pudo cambiar su peinado.
La magia de Tintin radica en miles de elementos. El ser políticamente incorrecto es uno de ellos. No vemos al clásico personaje para niños que ama a todos. Tintin, quien nació con el nombre de Totor en un pasquín de boy souts en Bélgica, desprecia a los delincuentes, pelea contra los bolcheviques, criticaba al fascismo, se burlaba de los judíos y de los negros y tenía conocidos locos, alcohólicos o brutos, en una palabra, era humano.
No voy a poner miles de datos que pueden ser fácilmente encontrados en la red, ni todos mis libros escritos por Hergé o por otros autores analizando a Tintin (existen obras completas, desde psicológicas hasta sociológicas). Este post estaba en el tintero desde hace muchos años y la película basada en El Secreto del Unicornio ha sido el pretexto para que, finalmente, vea la luz.
Las tomas están llenas de los elementos que le caracterizan. La cara Spielberg (esos close ups a los personajes), las persecuciones a la Indiana Jones o Star Wars están en toda la película y se empalman a la perfección con los encuadres de Hergé en el libro de El Secreto del Unicornio.
La adaptación es sublime y simplemente no tiene desperdicio. “El Secreto…” no es de mis historias favoritas, pues Hergé la creó cuando estaba la ocupación nazi en Bélgica y trabajaba directamente en un periódico controlado por el gobierno alemán.
Además de que le trajo varias criticas por “vendido y no luchar contra la censura”, en ese periodo se olvidó del Tintin investigador y pasó la trama a los personajes secundarios. Es una historia del Capitán Haddock y la búsqueda de un tesoro, y Tintin ya no mete la nariz en los problemas de los gobiernos, como nos tenía acostumbrados.
El tema musical que nos habían dado en la caricatura, además de la emocionante cortinilla, es suplantada por un brillante arte que recuerda los bocetos de Hergé, pero que le resta calidez a la cinta, al menos para los que somos verdaderos fans.
Espero que estas líneas sirvan como un sincero homenaje a Hergé (quien se ve en la película, para beneplácito de muchos) y para que alguno de ustedes, mis cuatro lectores, se interese por este reportero que siempre ha tenido los ojos bien abiertos.
El McCoy, quien se mantiene encantado por las aventuras del reportero del Petit Vingtieme.